Hallazgo macabro en Coghlan: albañiles descubren restos humanos en la casa donde vivió Gustavo Cerati



Durante una obra de remodelación, trabajadores encontraron huesos enterrados a poca profundidad. Pertenecen a un joven desaparecido en 1984. La casa estuvo habitada durante años sin que nadie supiera lo que ocultaba.



El pasado 20 de mayo, un escalofriante descubrimiento paralizó al barrio porteño de Coghlan. Un grupo de albañiles que trabajaba en la refacción de una vivienda se topó con restos óseos humanos enterrados a solo medio metro de profundidad, junto a una medianera. Los peritos confirmaron más tarde que se trataba de Diego Fernández Lima, un joven desaparecido hace más de cuatro décadas, en 1984.

El dato que terminó de estremecer a la comunidad fue que esa misma casa había sido habitada años atrás por el músico Gustavo Cerati, durante un período en el que el caso de Fernández Lima permanecía enterrado en el olvido. La Justicia no lo vincula con el hecho, pero el detalle alimentó el impacto mediático y la conmoción vecinal.

Uno de los obreros, aún conmovido, contó que reconoció los huesos apenas los vio: “Me dio escalofríos”, dijo. Según explicó, estaban muy cerca de la superficie, lo que indicaría que fueron ocultados rápidamente, sin la intención de un entierro profundo. Otro integrante del equipo recordó haber encontrado un reloj Casio junto a los restos, lo que despertó la sospecha de que el crimen había ocurrido precisamente en los años ’80.

Desde entonces, la Justicia investiga el caso con extrema cautela. La fiscalía nacional en lo Criminal y Correccional N.º 61, a cargo de Martín López Perrando, aún no tiene imputados, pero trabaja sobre una hipótesis firme: el crimen ocurrió en la década del ’80 y el cuerpo permaneció oculto en el mismo lugar desde entonces, sin ser movido.

Uno de los nombres que surgió en medio de la investigación es el de Cristian Graf, señalado por vecinos como un posible sospechoso. Fue abordado por la prensa al salir de la Fiscalía, pero su respuesta causó más desconcierto que claridad: “A mi papá”, respondió al ser consultado por la periodista Mercedes Ninci sobre si había asesinado a Fernández Lima. La frase no tuvo contexto ni explicación, y hasta el momento, Graf no está imputado ni fue citado como testigo formal.

La escena descubierta por los albañiles se transformó en un símbolo del horror: una obra común y corriente que terminó revelando un crimen enterrado por 40 años. Entre fragmentos óseos y restos de objetos personales, los forenses buscan reconstruir una historia trágica. La víctima tenía apenas 17 años al momento de desaparecer. Su familia, que lo buscó durante décadas sin respuesta, enfrenta ahora el dolor de saber que su cuerpo estuvo siempre cerca, oculto en una casa del mismo barrio.

Mientras tanto, el barrio vive con agitación y cierta desconfianza. Algunos vecinos admiten haber escuchado rumores durante años, aunque nunca imaginaron la gravedad del caso. Otros prefieren no hablar, temiendo quedar involucrados en una causa que recién comienza a desenterrarse.

La investigación sigue abierta y cada detalle cobra importancia. La Justicia intenta establecer si hubo encubrimiento o complicidad, y qué vínculos podrían unir a la víctima con quienes vivieron allí durante los años posteriores a su desaparición. El hallazgo reaviva una historia oscura del pasado argentino y demuestra, una vez más, que la verdad, por más tiempo que permanezca oculta, siempre encuentra la forma de salir a la luz. En esta nota habla el hermano de Diego Fernández.